Me encanta escribir, aunque talvez, hablar puede ser mi mayor debilidad. Si, solía hacerlo sin parar hasta que noté. No, me hicieron entender a las malas que pasaba. 

Me sucedía desde muy niño. Expresaba mis inquietudes sin detenerme y luego cuando descubrí en los libros y en los programas del canal once de la tv estatal información científica e histórica; perdí el control.  

En la primaria me gané el fastidio de mis compañeros del curso y la admiración de los profesores al tener de antemano las respuestas de ciencia y sociales.  

Había tomado vuelo en esas clases a tal punto que no dejaba de levantar la mano. Tantas veces quería contestar que ya los profesores no me daban la palabra y sin permiso comenzaba a hablar. En la clase historia fue mi primer ¡cállate! 

Mi abuelo me llamaba “tarro de lata” y de manera jocosa esa anécdota corrió entre mi familia; ese fue el momento en que tomé la decisión de no hablar. La verdad fue una pataleta que no llegó lejos, pero había aprendido a guardar mi opinión. Es más, llegue al punto de evitar pensar.  

Había escuchado muchos “cállese” poderosos y sonoros por lo que opté por sentarme en la parte de atrás en las clases de la universidad y solo contestaba cuando la pregunta era directa. 

En esos días estudiaba Comunicación Social y empecé a escribir un blog en yahoo. 

Estando en estos menesteres menos que sociales y aislado del ensordecedor gentío me di por enterado que gracias a mi complejo había adquirido un poder inédito. Mi primer recuerdo está en el colegio donde ya intervine en las decisiones de la gente de mi entorno. 

Estuve dudándolo mucho, analicé la velocidad de mi pensamiento, reflexioné un poco sobre las probabilidades de esa idea que me surgía y concluí con la idea sonriendo. Talvez esas personas tomaban decisiones de las que yo solo compartía una conclusión simplemente obvia o me engañaba inconscientemente diciéndome que había pensado en lo mismo. Algo así como los chatbot que contesta automáticamente los Messenger de las páginas de internet de las empresas. No como los que tienen una guía prescrita de respuestas y cuando salimos del diálogo se pierden. No, más bien de estos que llaman inteligencia artificial (IA) donde tiene la capacidad de sorprender a las personas que interactúa con ellas como si leyeran la mente. 

Eso exactamente, no es que yo pueda leer la mente de las personas. Mas bien es como si lograra compartir mis ideas y la gente las tomara como propias. 

 

Volviendo otra vez al inicio, puede que esté equivocado por lo que voy a hacer unas pruebas frente a las personas que me rodean. Una posibilidad, (como escribí antes) es que simplemente mis ideas coincidan con sus actos.  

Te pido estes pendiente de mi primera experiencia experimental sobre mi poder. 

Caso Anonimo #20. Archivos Comysec 

Autor: Luis Fernando Urrea Beltrán 
Gracias por leer, opinar y compartir 

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