Nada es igual, la humanidad ha cambiado y lo que se viene es aún más. Y al igual que nosotros, también las otras especies con las que convivimos. Por ejemplo, las consabidas palomas. Si esos animalitos alados que se la pasa más tiempo caminando de aquí para allá buscando piedritas para tragárselas pero que luego de largo rato cateando y analizando las van descartando todas. Si, las palomas que la pasan cagándola por todo lado son el ejemplo mas evidente de la evolución. Solo hay que verlas en la plaza de Bolívar de Bogotá posando para la foto y más, caminando con la multitud y esperando que el semáforo peatonal cambie a verde.
Los animales se han habituado a nuestra presencia y sus comportamientos se están transformando en una dependencia de las costumbres humanas, menos los gatos.
Los gatos han logrado una independencia salvaje que solo en algunos años pareciera ser quebrantada. Recordemos que hacen al igual que el perro, el felino acompaña a los campesinos en sus jornadas y que mientras los canes tienen la tarea de proteger el ganado y alejar a los extraños. Los mínimos tenían la reputación de espantar las plagas de roedores pues eran cotidianas sus cacerías salvajes de estos pequeñines, infundiendo terror en la otra especie.
Las abuelas aconsejaban que para solucionar el problema de las plagas en la casa nos consiguiéramos un gato. En el edificio en que yo vivo hace unos años estábamos invadidos de estos bichos al nivel que podíamos escucharlos caminar por el techo. Unos vecinos se pusieron en la tarea de traer gatos y al poco tiempo el sótano del edificio se había convertido en una zona de reserva gatuna y así fueron erradicadas las ratas.
Los gatos son seres vivos y al igual que el resto de nosotros dependemos en gran manera de nuestro entorno de la educación y cariño que recibamos de nuestros seres queridos, de nuestra familia.
La mayoría de las mascotas son adoptadas cuando recién nacen y estos pequeñines llegan a nuestras casas irradiando ternura. Pero al igual que un bebe humano estas criaturas tienen la capacidad de independencia de auto determinación y he visto casos en que el cariño es tan absorbente y sobreprotector que le castran al animal de su capacidad de explorar por los techos y balcones. Además, los sobrealimentan llevándolos a la inutilidad total volviéndolos en unas criaturas fofas que por la carencia de ejercicio físico ya no parecen gatos.
Autor Luis Fernando Urrea Beltrán
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