En la Sabana de Bogotá estamos enfrentando, ya de manera habitual, una sequía originada por el fenómeno de El Niño, sumado al cambio climático, han reducido las precipitaciones. Es un tema serio, aunque mucha gente en las ciudades, inmersos en sus labores, dan por hecho que al abrir un grifo debe salir agua.
La estrategia tomada por la alcaldía de la capital, al ver que los embalses estaban llegando a su minino, es restringir la distribución del líquido por zonas.
Desde algún tiempo muchas familias en el país vienen tomando la iniciativa ahorrando el valioso líquido atrapando el agua de la ducha, la lavadora y el lavaplatos para ser usados en el sistema del baño.
Esta lucha para reducir el consumo de agua y energía eléctrica no siempre se hace con la virtud de salvar el mundo; es una guerra contra el valor de la factura que no para de subir.
Hay personas que cuentan con la suerte de tener un patio o una terraza y están preparados para atrapar las lluvias. Algunas personas están haciendo la respectiva inversión y están instalando sistemas de energía solar.
En un principio, en las fincas y en los pequeños pueblos se resguardaba el agua de manera artesanal en grandes albercas y se adoraba de manera religiosa los brotes. Las fincas que tenían su nacimiento o quebrada no pensaban en energía eléctrica. Actualmente, los campesinos pueden generar energías y tienen la facilidad de capturar agua para reutilizarla.
La debilidad de las ciudades radica en que no tenemos como cultura la captura del agua lluvia y las viviendas no poseen un sistema de reutilización del agua.
La imaginación distópica nos anuncia que en un mundo colapsado donde no existen vías de trasporte, desaparecen las redes de energía y de gas. Igualmente deja de bombearse el agua hasta los grifos. Es por lo menos curiosos que en medio de contantes advertencias; de numerosas destructivas guerras o de catástrofes naturales devastadoras, no se piense en la independencia energética de las comunidades.
Las leyes en Colombia describen las instituciones que deben vigilar la prevalencia del agua y su uso. Pero si existe ley que obliga a las constructoras a mejorar las cualidades antisísmicas de las construcciones; de ninguna manera expresa que la obligatoriedad de que las construcciones de los grandes conjuntos residenciales tengan estrategias y herramientas para crear su propia energía y capturar y su reutilizar propia agua.
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