9ª Parte. Mi Ada Cilé
Estaba sentado en una barda, en un muro bajo, y pasó y retumbó su melodiosa voz en el eco de un lúgubre salón contiguo a donde me encontraba. 
Ada Cilé estaba justo frente a mis narices y la observaba tan detalladamente que podría contar enseguida en un lugar lejano a años luz de donde me encontraba, a todo un público que asistiera a mi conferencia, cada detalle, como si la hubiera recorrido con una lupa extraída de un culo de botella que hacía ver más grandes las cosas; para este caso las hizo ver mucho más interesantes de lo que realmente eran, o mejor, de lo que verdaderamente eran. 

Hola, me dijo, y me preguntó no se qué, y yo no supe ni que respondí, porque en ese mismo instante estaba recordando la empeliculada que me había pegado cuando observé sus nalgas al pasar la calle en la loma. Me propuse hablarle pero mi timidez me ganaba el pulso y me vencía cada apuesta que hacía en mi interior y esta a su vez chocaba con mis pecadillos exquisitos. Me sudaban las manos y sentía temblor en todo el cuerpo, en una sola palabra me bloqueaba, o para mejor explicación me empendejaba tal cual, me empendejaba, como siempre, esa era la palabra exacta. 

Pero bueno, pensaba, ese era mal o bien un primer paso para buscar una conversación con mi Ada Cilé, jajajaja, mi, ni siquiera podía hablarle y ya mi pensamiento la hacía mía. 

Bien, pensé y pensé esa noche, di vueltas y vueltas en la cama, como dieciocho para ser más exactos, catorce más de las que daba por costumbre en mis noches de desvelo, cuando terminaba masturbándome para medio conciliar el sueño. Algo estaba pasando, catorce vueltas más en la cama era una alerta por encima de roja para mi vida. Si para este largo morir que llaman existencia. El destino, ese es el destino me decían los compinches a los que medio les contaba lo que me sucedía y lo hacía con profundo temor de que se me adelantaran y se me robaran a mi Ada Cilé. Otra vez mi, jajajajajajaja……que todavía no era mía, hay jodido subconsciente como me confundías.

Destino, que destino ni que mierdas, el destino no existe uno lo hace, lo construye en el paso a paso, y sino como me explico que me vine a encontrar a tremenda sirena encantada sin mar, ni arena, ni sal frente a mí, pues porque la mirada la buscó, ¿o no? ¿Están ahí?, hey… lectores...bien. Yo la busqué, yo la sentí. Yo supe que vendría y así fue. Estuvo debajo de mi su figura frágil y bella como siempre, como hasta ahora lo ha sido y lo será hasta que me pudra o huela a chicharrón en el horno público donde queman perros y entregan cenizas olorosas a muerto calcinado, perfumado y empolvado. 

Polvo eres y en polvo serás convertido, ya no te convertirás, porque ahora hasta en eso te convierten…La soñé y ya verán, conseguí la conversación y puedo jurar que la conocí, en ese instante la conocí y confirmé, Ada Cilé no iba a ser mía, siempre había sido mía, ¿lo comprenden? ¿No? La sentía mía y ya la conocía sin ni siquiera haberla visto nunca en mi puta vida. Nada va hacer de uno si ya es de uno. Nada va a ser leído si ya se leyó, Ahora ustedes leerán lo que fue, siguió y seguirá siendo, si la orden cerebral intangible e inmersa en la materia física, lo permiten...

Autor  Rogerio Arévalo Mejía

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