El sueño es un viaje profundo dentro del órgano cerebral donde se realiza un escaneo minucioso de las conexiones. Los recuerdos más profundos son puestos en la palestra y su escrutinio es la materia prima para la tarea cotidiana del paralelismo. Los sucesos vigentes son contrastados con los históricos y cuando se presenta concordancia una alarma se activa para indexar los datos en nuevos títulos mentales que se pueden consultar automáticamente por urgencia bien sea emotiva, de supervivencia o de interacción social.
El coronel sin proponérselo viaja en el tiempo mientras duerme, y su mente lo mantiene vivo en los recuerdos de su niñez a finales del siglo XIX. En 1899 cuando su papá, Artur Kein Shuls tenía siete años la empresa Bayer patentó la famosa Aspirina. Una sonrisa se dibuja en su rostro y su sistema cardíaco se altera porque en otro momento recordado de su vida se está ganando un concurso radial con la fecha de patentado de la famosa pastilla.
El calor en su pecho hace que pierda el contacto con su subconsciente y experimenta en la oscuridad el latir de su corazón y el motor de sur pulmones al respirar.
Recuerda que tiene estómago y lo escucha rugir. Se estremece y dolorosamente se esfuerza por abril los ojos. Con el brazo derecho toca el cristal que está enfrente de él y al hacerlo la estructura que lo soporta se aleja de una manera brusca.
No es la primera vez que despierta de un sueño inducido por una máquina por lo que no le es extraño para nada las consecuencias físicas y anímicas. – Resaca sin licor – dice susurrando con una voz ronca, restriega su cara con las dos manos luego de haberse incorporado para salir de su ataúd de galáctico.
Desnudo camina por un salón donde existen otras sesenta y nueve camas como la suya. La ingravidez le permite avanzar con un leve empujón de sus piernas cinco metros adelante y arriba. Abre un pequeño armario giratorio donde encuentra varios tubos con comida en crema y de una manguera conectada a una bolsa toma agua. Desenrolla una bolsa plástica transparente en forma de serpiente donde él se mete por la punta que está lejos de la pared de donde no se desconecta. La bolsa se llena de tibia y húmeda espuma blanca, con ella restriega su cuerpo de cabeza a pies y en cuestión de cinco minutos la bolsa queda vacía por una fuerza succionadora.
El coronel Kein, (rango adquirido en la fuerza aérea de Chile, su país adoptivo) logra sin ninguna dificultad abandonar la bolsa y luego de enrollar de nuevo el cuarto de baño se pone en la tarea de vestirse con un traje enterizo de alta tecnología que deja al descubierto cabeza, manos y pies. Luego se pone unas zapatillas parecidas a las náuticas con una cualidad magnética que le permite caminar normalmente. Tras incorporarse, por unos segundos se queda firme mientras dice en voz alta —activado—. Entonces comienza a ver un grupo de instrucciones que parecieran flotando en el aire gracias a sus implantes en los ojos con los que se mantiene informado de las circunstancias y sucesos.
El sistema le informa que hay un grupo de personas conocidas en el gimnasio mientras muestra la ruta de acceso. Extiende su mano y haciendo el gesto de tarea cumplida en el aire, el sistema inmediatamente recoge las imágenes y textos para el lado izquierdo. Comienza su trayecto para el gimnasio llegando a un pasillo amplio iluminado por unos grandes ventanales, con la intensidad de la luz solar, con una distancia de cinco metros entre ellos. Tras caminar unos metros llega a una puerta desde la que se ven rostros conocidos ocupados en sus técnicas de ejercicios. Ingresa y puede verse de cuerpo completo en un espejo que cubre por poco toda la pared. Mira su rostro con detalle, descubre un hombre de 50 años. Tiene el cabello alborotado y una barba de una semana, aunque de la última vez que rasuro su rostro fue hace siete años.
Kein llegó a Chile como un bebe de brazos en compañía de sus padres que huían de la violencia Nazi en su natal Polonia y avanzó muy rápido dentro de las fuerzas militares llegando a ser uno de los primeros pilotos de avión de guerra en Sur América hasta que una comisión de la agencia espacial norteamericana lo invito a participar en un nuevo proyecto de viaje entre las estrellas.
El coronel aferra sus pies al suelo por medio de unas correas, y toma unos tirantes al flexionar las piernas y al ponerse de pie sus brazos y piernas se enfrenta a la resistencia de las gomas. Repite varias veces esta rutina para luego alejarse de los equipos para hacer una refrescante sesión de estiramiento de los músculos.
“Viaje en las estrellas” es la forma más fácil de describir el proyecto en que se embarcó la humanidad sin embargo luego de 300 años (tiempo terrestre) de alejarse del sistema solar en una velocidad cercana a la de la luz y adentrarse en la vía láctea aun continua distante de la estrella más próxima.
El coronel aferra sus pies al suelo por medio de unas correas, y toma unos tirantes al flexionar las piernas y al ponerse de pie sus brazos y piernas se enfrenta a la resistencia de las gomas. Repite varias veces esta rutina para luego alejarse de los equipos para hacer una refrescante sesión de estiramiento de los músculos.
En esta aventura sin retorno se añadió un grupo de personas con cualidades especiales, gentes que además de lograr retos intelectuales y compromisos radicales pudieran superar el mayor reto de la humanidad, poder vivir cientos de años.
Al coronel y a todos sus compañeros les explicaron muy didácticamente las circunstancias que los volvieron elegibles para el proyecto.
-El asunto es muy sencillo –le explicaron
-si queremos llegar a la estrella más cercana tenemos que viajar a la velocidad de la luz y aun así la cantidad de años es insuperable para un humano por lo que sería un proyecto de generaciones- aseguraron.
– Un plan así tiene factores que lo vuelve inaplicable. La otra idea es encontrar o dotar de más tiempo de vida a los viajeros. – Concluyeron.
Es así como luego de ser reclutado por el gobierno de los Estados Unidos bajo un programa llamado “clip de papel” él y otras personas fueron recogidas por todo Sur América porque estaban en una la lista de experimentos del científico prófugo Josef Mengle donde aseguraba que regulares aplicaciones de compuestos y algunos tipos de radiaciones lograrían demorar la degradación natural de las células.
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